Todo hombre lleva en su interior escondida una fiera, bajo pelambre de tortura y un sinfín de curtidas sendas. El aire encantado componía su esencia haciendo dormir a los duendes que cantaban y a la blanca cigüeña.
Ése día, golondrinas cruzaban la altura haciendo la tarde risueña, las horas con pasitos cortos preparaban tejiendo la puesta de aquel menguado Sol que fatigado evocaba al ámbar, un bello color que en los lirios su reflejo se cristalizaba.
La melodía de aquel silvestre embrujo se colmaba en un canto, era el jilguero que danzaba con el tintineo de las hojas del manzano, setas brotaban a las orillas del ensombrecido árbol, dando pie a un camino de hojas que decoraban su esbelto tallo.
Aquel hombre bestia, acarició al río con la mano del agua empezó a brotar gemas y ópalos dorados. Quién lo diría de ese mitad hombre, mitad leopardo, que poseía garras de oso y mirada de lobo ensangrentado.
Vinculado al Mundo como la desnuda tierra, poniendo en vilo al señor del bosque al llegar la primavera, emprendió su vuelo al Sol cubierto de una niebla. Los ópalos rodeaban sus patas para que ascendiera, los árboles movían sus ramas alabando su presencia. Allí moriría esa temible bestia, quemada en el Sol de la tarde tras concluir la puesta, para que su amada pueda vivir entre la plata de una noche colmaba de estrellas.
¡Allí está! ¡Mirad que blanca brilla! Parece que la doncella por la que moriría sería entones la Luna llena.
Mike Ryman
¿El Final del Rey Maldito?
En un mar de ánimas avivadas por la tormenta de un navío fantasma bañado por la luz argenta salta por la borda quien porta una corona de perlas era un hombre herido, perseguido por un alma en pena.
(Ahogándose entre el oleaje, luchando por mantenerse a flote)
> Rey Maldito: ¡Morir, dormir nada más! Madre de eternos corales y fuentes de piedra postrado ante tu cristal de leyenda estoy aquí rendido ante vuestra inmensa presencia. Verter en mis adentros el final de mi elocuencia que mi vida está harta de sangrar tantas lágrimas viejas Amargos recuerdos en los labios de la que fue mi princesa antiguas cadencias, que no me han dejado más que un legado de lamentos forjados en pena.
(Mira al frente, un ánima le mira mientras sostiene lo que más temía y lo que más quiere, abre su tapa flotando sobre la marea, ignorando el arrastre dentro se distingue algo mórbido, putrefacto y deforme algo que sin lugar a dudas tumbaría hasta al más conforme)
> Rey Maldito: Ya no conozco lo que era el olor de la primavera ya no sé reír, ni sentir amor como lo hacía antes de perderla y sin embargo… ahí estáis de nuevo mostrándome vuestra indiferencia ante mi sufrida pena.
¿Por qué insistís en enseñármelo de nuevo? Dejadme morir en paz, os lo ruego.
(Del cofre sale otro ánima con humana forma tenía largo cabello y una hermosa cara salió cantando con tonos turquesas lo que él más lamentaba una preciosa historia que dulce empezaba pero que concluyó en ser amarga)
> Rey Maldito: (La mira horrorizado entre sollozos, casi ahogado muriendo) Quién diría que el Mundo fuese tan pequeño que después de encontrarte sin más te pierdo y que ignorando lo que hago nada apaga tu sosiego aquel que encontrastes con otro individuo en una inmensidad tan lejos.
¡Sí! ¡Yo recibí tu castigo, el de la traición! Pues en brazos de otros sentimientos que en una rosa te volvieron introducistes todos los lamentos en boca del mismo soneto para volvérmelos a cantar día a día con el ritmo que marcaba vuestro asqueroso arpegio.
(Le señala tembloroso con ira, encendiendo la furia en su mirada)
¡No os atreváis a volver después de lo que habéis hecho! Esos cantos lúgubres, de tan negro aspecto los metí hace tiempo en un cofre de diamante y hierro estaban en algo latente envueltos que componían un retorcido y ofensivo centro. Ése que habéis vos de nuevo abierto con la poca vergüenza de volver a traérmelo.
¡Fuera! ¡Dejad que muera ya! A las orillas del final de mi viajero encuentro no seréis voz quien me prive de darme por muerto No quiero volver a miraros el rostro ni tampoco recordar vuestro beso Yo más que nadie he sabido lo que es el mal obsequio después de todo el bien que he dado y que tan mal me han dispuesto. ¡No hay en este efímero Mundo un suficiente ungüento que pueda devolverme todo lo que en llanto he perdido y de lo que aún me arrepiento!
(De repente y sin aviso, algo en el horizonte surge resplandeciente. En su destello de incontables Soles caen junto al rey alguien con chistera y algo parecido a una luciérnaga)
> Mike: Perfecto… Hemos caído vete a saber dond… (Se caya atónito)
> Hada: ¡Maldita sea! Odio el agua salada (Mira al rey y a las dos ánimas) ¡Ah! Asustada se mete bajo el sombrero del mago)
Continuará….
Mi sofá, el guardián de la chimenea.
Un día más en el que llegaba a casa encontré que al salón le invadía la pena, era como un solitario estío del polvo en su aburrida madriguera que salía a reírse aprovechando mi ausencia. De repente, los recuerdos que el llanto quemó en la chimenea como un oleaje de brillos azotaron todo sin tregua, aquella cosa tocada parecía de repente despierta. Trastos viejos y revoltosos papeles danzaban en un remolino la escoba les acompañaba, un peculiar embrujo empezó allí en mi morada en el que apenas pude alcanzar una taza despistada. Agarré con las mismas a la traviesa guitarra que a cuatro patas daba caza a una enloquecida servilleta, mi mano se ponía suspirante al vibrar sus cuerdas y una voz surgía de las profundidades de mi tristeza.
> Mike: (Suspirando) Por hoy basta.. ¿Acaso no veis que ya el niño dejó la enigmática tierra y que un ser de mimbre tomó su forma imponiendo sus angustias y retorcidas querellas? Ése que vivía sin vida lidiando con imágenes de una doncella, retales de sombras, de esperanzas quebradas que teñía el sendero de flores y quimeras rosadas… No insistáis que en vuestro hechizo me sumerja, estoy cansado. (Se tumba en el sofá) No pienso ir al país de los sueños, ni recitar su maravilla. Esta vez me quedaré en el sofá, en silencio…que es lo único que aquí a mares brota.
(Un grave acorde retumba lento con voz en crescendo)
> Sofá: ¡Pero bueno! (Se sacude y le tira al suelo) ¡Dormirás muchas horas pero sobre otra tela! ¿Cómo es que rechazáis ahora la oferta de cubriros en esa luz tan suave, tan bella, y amanecer al otro lado de la entrañable ribera lejos de esta realidad que con vos es tan embustera?
> Mike: (Se incorpora algo enfadado) ¿Es que no habéis visto mis órbitas negras bajo los ojos? Pues si apenas tengo tiempo a la corbata deshacerle el nudo. ¡Tampoco es que por casa me hayáis visto mucho! De un lado a otro no he parado ni para a comer un rato. (Se sienta con cara de indignación) Y ahora queréis que vaya a saltar por ese cosmos sin fondo de un submundo a otro, huyendo de un gato con ropa de árbol ¿Creéis de veras que tengo ahora ganas de investigar lo abstracto?
> Sofá: (Le escupe un cojín) ¡Holgazán! Seréis joven pero ya con el alma vieja. Lo que pasa es que aún seguís dolido por esa trolera, quitaos ya de la cara el velo de pena que además de que no os favorece la imaginación os cesa. Entrad ya de una vez por la chimenea da el paso ya a su llameante fortuna, oscura y revuelta y que no os quepa duda, que en la fantasía de ese abisal se esconde lo que anhela el pecho y por el que muere un poeta.
(Una silla le empuja y le arroja por la chimenea, al caer por el infinito con llamas purpurina cae sobre un bosque cubierto de cobre y margaritas)
> Mike: (Se incorpora y se toca la cabeza) Auch…Menudo golpe..
> Voz: (A su espaldas) ¿Sois aquel que canta y vuela?
> Mike: (Muy sorprendido, se da media vuelta) ¿Princesa?
Continuará…
La Habitación de los Sueños
Erase una noche en la que no dormía, me levanté de la cama adapté los ojos a la oscuridad que se cernía. Anduve por un extraño pasillo que mis pies no reconocían, tosca y rugosa madera chirriaba con cada paso como si avanzara por la pena más envilecida. Al fondo algo raro distinguía, un oscuro agujero hacia algún lado suponía. Me dirigí a él en busca de respuestas a mi curiosidad infinita, que en aquel despertar, la madrugada me imbuía anhelando el pensamiento hacia un Mundo de fantasía.
> Mike: (Alargando el brazo lo introdujo en el agujero) ¿Una puerta? (La abre y entra) ¿Quién me diría que al otro lado una habitación con tonos grises había, con cuadros de colores que parecen deshacer lo que antes se veía? Cambiantes pinturas mostrando escenas que familiares se me hacían, Pero al segundo de reconocerlas con las mismas desaparecían. ¿Qué está pasando?
Mi cabeza cada vez más pesa, mis brazos actúan por fuerza y voluntad ajena. ¿Será que la sofocante gana de esta estancia penetra tanto a la cordura ahora menguada que hasta imposible se me hace recordar el habla y la vista sin ninguna explicación se ciega?
(Envuelto por la oscuridad, entra en pánico) ¡Oh no! Las tinieblas al final con mi decencia rompen sin ninguna luz que mi mente de valor colme, pues me hallo ahora en la oscuridad del que sufre un despedazado orgullo, con angosto pasaje, que el romance del pasado muestra para que sangre. Que el ánimo del desamor sea todo lo que a mi corazón se ciñe, me arranca el llanto y el alma se derrumba sin que la misma se lo explique. Añoranza… Por ese soñado horizonte, marcado por la luz de mis amaneceres que bañaban mis labios con sus doradas luces mezclando su color en el suyo, pidiendo que la bese… (Víctima de la ilusión, entra en un cuadro vacío) Dejadme veros una vez antes de que el sueño se esfume… (Salta dentro del marco, precipitándose al abismo)
Lo que está arriba ahora se halla abajo, todo lo que me brindaba el suelo, lo tomó el tejado, donde el horizonte derramado parece interminable se ve el cielo, los alrededores retumban como en un campanario inmenso, sus paredes están rasgadas y entre sus grietas se plasman aleatorios sueños, distingo figuras y un rostro que nostálgico encuentro… ¿Una mujer? Ni reconocerla puedo, pero… ¿Por qué al mirarla al llanto cedo?
(Continuará..)
Mike Ryman
Caminante del Desierto
Érase una vez un pobre hombre sin vereda perdido en el lugar más inhóspito albergado en la Tierra. Sediento y agotado a los dioses imploraba clemencia por salir de una vez de aquel laberinto hundido en la arena.
> Hidalgo: (Elevando los brazos al aire) ¡Astros y universos! ¡Por todos los dioses desde su santo cielo! ¿Qué hacer yo aquí parado a estas horas en este horrible desierto, en sus estepas encerrado y bajo el abrasador Sol del infierno mismo?
(Mira desesperadamente de un lado a otro) Escapar de este lugar a toda costa debo y embarcarme a buscar un palmeral refugio pues de estrepitosa sed padezco y dudo que me quede ya mucho tiempo.
(Avanza durante unas horas más por el desierto, apenas teniéndose en pie termina al suelo cayendo) ¡Ah! Y así siguen mis horas danzando.. (Suspiro) me temo que acabarán mis entrañas a buitres alimentando.
(Gana fuerzas y se levanta, clavando su mirada al cielo) ¡Esperanza que brillas distante de mí! Efímera ilusión, que haces aparición burlándote de mí. Alumbra los náufragos minutos que entre dunas ya están sin vivir. Y permitidme una vez más surcar el adorno de mi savia juvenil, para llegar a existir en una vida más allá de este baldío de marfil.
(Emerge de entre las dunas una preciosa dama, que elevándose sobre el terreno su nombre imploraba. Tocando un pequeño arpa, sus notas lo llamaban hechizándolo con su celeste mirada que tras sus dorados cabellos se entremezclaba.)
> Dama: (Extiende la mano y sonríe) Venid, mi apuesto caballero. Que yo os llevaré lejos de este desolado vacío del que tanto os lamentáis tras sufrir lo insospechado.
> Hidalgo: (Sorprendido) ¡No es posible! Debe ser una alucinación por el calor soponcio atormentando cada paso por el que voy y vengo y que marca la tragedia que próxima sobre dunas diviso.
> Dama: ¿Acaso ponéis en duda lo que esta inocente dama os dice? Pues tan sólo venía a ofreceros mi…ayuda. O es que.. ¿Acaso no me veis hermosa? (Se ríe y guiña con picardía, emitiendo hacia el hidalgo una extraña bruma)
> Hidalgo: (Respira la extraña niebla sin percatarse de nada) ¿Quién estaría tan ciego para no darse cuenta del fogoso rubor que hacéis arder en mí desde dentro?
(Se acerca lentamente) ¿Quién osaría el no clamar vuestros suaves besos que bajo la plata de Luna brillan más que el cielo?
(Se arrodilla ante ella) ¿Y quién sería tan necio de no pensar en vos en cada momento, si yo tras unos segundos sin el amparo de tus luceros dolorosamente muero?
(La coge de la mano y se acerca a su boca) ¡Oh mi diosa! Ante vos se postraría hasta el inmaculado más supremo a quien por honraros en gracia, hasta los divinos ofrecerían su candor eterno. Pues la misma idea de vos, hace al más vidente ciego y loco, al más cuerdo.
> Dama: Entonces… (Se acerca a besarle) ¿A qué esperáis para…dármelo todo? ¡Pues os quiero entero! (Se transforma en un enorme basilisco y engulle al hidalgo)
Mike Ryman.
El Viejo del Faro
Érase una vez un desvalido anciano que por su angosto pasado al amor maldecía. Vivía en lo alto de un faro desde que el todo veía. Le gustaba observar como las olas el silencio rompían y terminaban a la playa acariciando que desnuda bajo la Luna yacía.
> Anciano: “¡Malditos demonios que me enturbiaron la conciencia! ¿Cómo es posible que duela más mi alma que los años que llevo a mi espalda como una pesada carga que hasta el llanto de dolor arranca? (Bebe vino) ¡Si es que viejo y sólo he acabado! Ya tan sólo me queda el recuerdo de haber sido alguna vez amado. Aún tras tantos años de haber huido y que aún sólo a la pena de musa sirvo... (Estrella la botella enfurecido y llora) Lamentable…”
Y entonces… En esa noche en la que apenas no dormía de repente entre la arena, algo brillante surgía. Reluciendo cual lucero, nadando hasta la orilla, una hermosa joya antes sus ojos aparecía.
> Anciano: (Se seca las lágrimas y se fija en la orilla) “¿Qué es lo que hermosamente finge primavera acobardando a la noche que danza hoy tan espesa cegando hasta a los dioses con su lumbre austera? ¿Aquí, una joya? Estará maldecida… ¿Será por eso que acabó ahí abajo embadurnada entre el rocaje del faro y sobre la arena de la ribera, pero que sin embargo…reluce como el nácar de una perla?” (Alarga el brazo y la coge, quedando atónito)
Pero entonces aquella joya, cobró vida… Resbalando de entre sus manos, la blanquecina gema al aire ascendía. Arrastrando su entramado de luces, un celestial canto en la brisa surgía. Los peces de colores se mezclaron con el contraste del coral y su sinfonía uniendo su tono al alma de toda bestia marina, en un huracán salado repleto de armonía.
> Anciano: (Gritando asustado) “¡Por todos los cielos de su infinito manto! ¿Qué es lo que aquí está pasando? Pues si esto es un escondido tramo por donde ni se acercan los barcos y mucho menos brota aquí el pescado pues los voluminosos bancos se hallan allí, en lo más lejano. Mas ya no siente nadie la luz de mi faro que lleva abandonado ya no sé ni cuántos años desde aquel día funesto en el que cerré su ojo ya nada ni nadie pasa aquí por antojo. Así qu… ¡Ah!” (Huye alejándose de la orilla al ver lo que de allí salía)
De repente… Los peces engulleron sus temores que de salir a la arena tenían y pigmentadas anguilas con destellos aguamarina a volar se ergían, surcando el viento que peinaba la orilla, como alas sus mojadas aletas batían formando un hermoso torbellino en torno a la gema que pura resplandecía. Y así se colmó de colores el faro y de espejismos la bahía, el estrellado cielo terminó cubierto de auroras que a los peces imbuían nadando entre esmaltado nácar, acabando en preciosos destellos que producían y que al chocar como brillantes perlas a la mar disparados se volvían.
> Anciano: (Con los ojos muy abiertos y pellizcándose la mejilla) “No…Esto no es posible y yo no estoy despierto. Ni razón alguna hay para que mi mente haga lo que veo, mas nunca tanta hermosura mi vista alguna vez ha contemplado… (Pensativo)Bueno…o casi nunca… Nunca más desde aquel día, desde luego… No…Esto no es obra de un trastorno de mi razón ni tan siquiera el más descabellado engendro que en mis alocados sueños me ha tenido preso tendría tanta lucidez como para imaginarse esto...” (Mira a su alrededor algo asustado, buscando de entre tanta luz su faro)
Entre tanta criatura que ahí había… sus piernas se adormecían y no le dejaban abandonar la orilla. Sus ojos ante todo aquello jamás se cerrarían pues de los fugaces rayos hipnotizado acabaría envolviéndole en su precioso manto de encanto y brujería cargado de chispeante polvo que de estrella parecía, con el que las sirenas mezclaban su pelo como coral adorno de joyería y a por quien las radiantes hadas a danzar a su lado saldrían.
> Anciano: (Intentando avanzar desesperado) “¡No! ¡Mi faro! Dejadme volver a mi ancestral cobijo que viva en soledad con mi amargura yo tranquilo. Abandonadme olvidado como a un destrozado navío. ¡Iros luces del infierno! ¡Lejos ahora mismo! Que aún mi hora no ha venido y este lugar al que la muerte ya ha conocido ya perdió lo más valioso, ansiado y jamás querido. ¡Estáis todavía en deuda con este faro mío! Del que no deseo renunciar tras toda una vida que aquí he tenido.”
Un gran resplandor bajó del cielo, bañándolo entero, rociando de calidez su cuerpo. Aparecía ante él un reluciente espectro, que enseguida al anciano enseñó su rostro y su largo pelo.
> Anciano: (Perplejo se acerca) “¿Matilde? ¿Sois vos mi Matilde? ¿Aquella dama que la vida me daba hasta aquel funesto día que hermosa como un ángel terminó en mis brazos fallecida?” (Intenta alcanzarla mientras le brotan lágrimas)
> Espectro: (Con una tenue voz) “Sí, mi amor. Aquí estoy. Vengo para que estemos juntos para siempre. Venid…venid conmigo.”
(Se dan la mano y avanzando hacia la luz desaparecen, quedando una vez más, el faro en la bahía abandonado)
Mike Ryman.
El Cofre del Rey Maldito
Érase una vez, un rey maldecido, que surcaba la mar eternamente en un plateado navío y que escondía en un cofre algo muy temido que bajo llave y en el olvido lo mantenía oculto, bien escondido, hasta que un día, un espíritu del pasado a visitar le vino...
>Rey: ¿De dónde habéis cogido eso?
(El espíritu abre el baúl acercándoselo al rey)
>Rey: ¿Por qué me lo traéis? ¡Deteneos, ahora mismo! ¿Es que acaso no veis que aún palpita por amor? Ese ridículo trozo de carne que nunca ha albergado el rencor y que inocente entregó su confianza y con él su calor. Tanto así que hasta se le exigió llevar su nombre tallado por hirvientes hierros disfrazados de pasión y desatado amor.
(El rey corre por el camarote despavorido)
>Rey: ¡Qué horror! ¡Apartadlo de mi vista, que no quiero verlo! Esos urticantes recuerdos, que están grabados en mi cabeza a fuego ¡¿Cuándo cesarán?! ¡¿Cuándo me dejarán vivir en paz?! Si es que lo que quiero es olvidar y así, poder de nuevo empezar pero...no...(Mira al espíritu con odio) Si es que siempre volvéis a enseñármelo para recordádmelo todo, el sentimiento de estar desalmado, abatido...¡Y para colmo humillado!
(El espíritu le acorrala y saca del cofre el temido objeto)
>Rey: No...(Se arrodilla) Dejadlo en el infierno, a mí no me mostréis nunca más ya eso, que no es sino un vil infame que aporrea por las noches provocándome el desvelo esperando a seducirme con su tentativo canto y tremendo recelo. Vos sois el fantasma que viene a mostrarme lo que he añorado, también lo que a mi pecho de odio ha colmado obligándome a que piense en lo sucedido como en un ridículo bucle infinito...
(El espíritu le acerca al rostro el palpitante espanto)
>Rey: ¡No! ¡Basta! (Cierra los ojos y aprieta los dientes) Acabadlo de una vez, coged esto (Saca una espada y la tira al suelo) y perforarlo hasta los adentros, que no se le quede dentro ni una gota de lo que sintió en aquel momento en el que lo enterraron bajo la pila de pedazos de afecto asfixiándolo entre tantos lamentos, vestigios de lo que aún sentía dentro.
(El rey huye y sale por la proa del barco, agarrándose a la barandilla)
>Rey: ¡Oíd por un momento lo que a súplicas os pido! Metedlo en ese cofre y lanzadlo mar adentro pues quedó de lo incurable maldecido. Y estoy harto enfermo de oír sus quejidos... No estoy dispuesto a cegarme con su falsedad, así que ¡Dejadme en paz!
(El rey le da la espalda y observa entre llantos la mar)
Pues ya tuve demasiados golpes que me hicieron de una vez despertar, ahora que ya no amo, estoy libre de todo sopesar. Así que, pienso por mucho tiempo navegar lejos de esta molesta adversidad que todos lo años resurge como una repugnante ánima, que con su inquietud me perturba y que sólo la tristeza me provoca.
(El espíritu le pone en la mano el maldito elemento)
>Rey: (Lo mira con desprecio) Este ser tan pequeño, insignificante y embustero... que sangra continuamente por las garras de los que a traición le hirieron.... No...no tiene remedio...(Se levanta alzando la vista al cielo) Ha llegado el momento de poner fin a todo esto ¡Oh cruel y vil destino, el que esta noche acabará conmigo!
(Se tira por la borda y desaparece entre las olas)
Mike Ryman
El Vigía del Crepúsculo
Érase una vez, un desvelado vigía que el horizonte con cautela atendía aún no amanecía y el fresco sus mejillas enrojecía. Embelesado, se puso a contar cuántas estrellas en el cielo había. Pensaba que como todas las noches, nada extraño sucedería, pero esa vez desde la oscuridad, algo extraño se movía.
> Vigía 1: (Extrañado) ¿Hmm? ¿Qué es lo que a la distancia asoma por encima de la montaña cresta a estas horas de la madrugada, que casi ya al Sol expuesta, me tiene deslumbrado con su pavorosa y fría apariencia?
(A los demás) ¡Corred, aprisa! Venid enseguida, que no quisiera alarmar a nadie por la nada. ¿Quizás tras tantas horas fuera de la cama, se me parta la razón a ser ciega y delgada, sin distinguir ya verdad de locura desmedrada agotando mi pericia y nublando así mi vista por engaño del sueño, que con su luz dudosa mi frente agita?
> Vigía 2: (Aparece corriendo asustado) ¿A vos también se os ha aparecido?
> Vigía 1: ¿De qué habláis? ¡Describídmelo ahora mismo! Que me dejen bien claro lo que oigan mis oídos, y que todo esto no sea fruto de un sueño que habéis tenido. Decidme pues, camarada amigo. ¿Qué es lo que vuestros ojos en la lejanía han visto?
> Vigía 2: (Cogiendo aire y señalando al horizonte) Una andante figura, arrastraba un manto de muy poca fortuna cubierta de sombras y tejida en penuria. ¡Allí! Sobre la más robusta piedra, que oculta con su sombra a la verdosa ladera. Sobre aquellas desnudas peñas dando pie a la montaña que valiente se eleva. En ese espinazo de la cumbre serena, donde la nevada a cubrir todo empieza de su helada y blanca melena.
> Vigía 1: (Pensativo) Así como me decís, yo también lo he veo. Observé un algo hasta que con la mirada ya no pude verlo y no encontré después su rastro por ningún maldito lado. Se esfumó con el aire que rodeaba su velo, y sus pies parecían que no pisaban ni golpeaban el suelo. ¿Será que en la comida algo malo nos dieron que hemos perdido la cabeza casi por completo?
(Desde una torre alta se oyen unos gritos)
> Vigía 3: (Les silba y hace señales) ¡Venid vosotros dos, aquí arriba! Que la noche es fría y también caduca, y en la playa ya empieza a emerger del agua la menguante escena que dorada alumbra y que nada en el rocío trayendo la venidera hora, al canto de su luz temprana y escarchada lluvia que sus colores de fragancia, hasta a las flores abruma.
> Vigías 1 y 2: (Suben a la torre sorprendidos) ¿De qué hora habláis? Esto debe ser locura ¿Qué es lo que ocurre?
> Vigía 3: (Sonríe y señala a la montaña) ¿De qué hora? Pues de aquella… Aquella que de quitarnos las estrellas viene rencorosa a clamar su herencia de la oscura noche que de plata llenó la ladera, inundando de fugaces astros con su brillante esfera todo por donde al levantar la vista nuestros ojos en su resplandor se ciegan…
> Vigía 1: (Indignado se cruza de brazos) ¿Decís que… lo que hemos visto era sólo la Luna llena?
> Vigía 2: (Pensativo) Pues yo creo que fue cosa de un milagro… un ánima errante o quizás algo malvado.
> Vigía 3: Lo que visteis fue la Luna en su ocaso a la crepuscular hora de la que no debéis nunca hacerle caso, donde todo se confunde con su peculiar llanto al evaporarse las gotas del quebrado prado, que tras una helada noche de silencio vedado su añoranza clama del Sol un cálido beso viniendo éste luego, a cumplir lo que oyó en su ruego.
(Sonríe y grita al horizonte) Cierra, oh noche, tus plateados ojos, deja que la luz domine con su color hermoso recoge pronto tu oscuro y estrellado manto y deja que los pájaros alcen ya su canto.
(Cierra los ojos y suspira con el amanecer) ¡Bendito Sol! Que ya retoma vuestro dominio en el horizonte y que desde la distancia tu candor mi piel ya siente, devuelve pues a estos hombres su razón perdida durante la noche que de visiones falsas y supersticiones envolvieron su mente. (Les guiña con gracia) Era pues todo camaradas, una ilusión de la traviesa noche.
Mike Ryman
Un Extraño Sueño
En una noche bajo el rocío de plata que de la llorosa Luna espesa emanaba, vagaba mi silueta por un lugar que desconcertaba. No había colores y sólo la brisa cantaba, los árboles eran lúgubres y se arqueaban. Todo en silencio, expectante quedaba, mientras mis pasos por la sombra era lo único que en el suelo sonaba.
Siguiendo la senda decrépita, llegué a una ciudad que parecía desierta, desabrigada del amparo de la arboleda donde sólo se oía el ruido de alguna puerta que el viento silbante tambaleaba con fuerza. Creí estar en un mar de tinta blanca y negra, hasta que me acerqué a una descolorida casa. El blanco yeso de la pared remataba el negro marco de la ventana, mientras el gris pigmentaba la fachada con un aspecto que entrar a nadie invitaba. Pero entré...
Encontré una extraña mujer sentada que sin mediar palabra la cabeza levantaba y muy fijamente sus ojos como platos me miraban. No tenía orejas, ni tampoco boca, las esquinas de sus ojos parecían rotas, vibrantes ríos mojaban sus mejillas, su piel pálida con la luz se estremecía, como ánima atormentada su rostro lucía. La casa en sí en tristeza me envolvía, los muebles su oscura madera retorcían chirriando la angustia que la mujer tenía.
Salí de aquel lugar a toda prisa, seguí un camino que a surcarlo me movía y la doncella en llanto mis pasos seguía. Anduve de nuevo al oscuro bosque del que provenía un fugaz tintineo que en la brisa se repetía. Cada vez que su celestial y pequeña melodía resonaba entre las hojas de las plantas que habían, sabía que algo distinto allí donde sonaba encontraría, algo de mi destino por el cual a este sueño venía.
En el crepúsculo de la espesa alameda, moría la culebra senda naciendo una cancela que antes de que mi mano alcanzarla pueda abrió sus puertas con pausada calma, sosegando con un suspiro el pecho del ánima. Desde su interior brillaba cálida luz de hada, embrujando mis oídos y mis pies a la danza. Accedí embelesado a su enigmática franja, con la expectante dama escondida a mi espalda que su dolorido llanto al fin acallaba.
En medio de semejante rincón que el rocío bañaba, la luz del día con hermosos arcoiris se reflejaba, los árboles parecían que cantaban dirigiendo su bella copla a una radiante amapola que el lugar de dulce fragancia con tonos rojizos hechizaba. Era el mismísimo corazón del bosque que entre pétalos se coronaba, el cual arropó entre sus brazos la mustia dama y posando su rostro sobre su fulgente corona una sonrisa amaneció en su cara, cubriendo con un aura su decrépita estampa, convirtiéndose finalmente en una hermosa hada, que mi rostro entre sus manos acariciaba y con sus labios me pidió que despertara.