En una lluviosa mañana, el alba en mi cuarto tintineaba con el vaivén que cada golpe las gotas de lluvia dejaban, estampadas acababan en el cristal de mi empolvada ventana, como si el lienzo de un fugaz romance fuera el secreto de la llorosa primavera.
Me acercaba a posar mi palma sobre los cristales recuerdos de un ayer que se reflejaban en todas partes, mis ojos cerrados ante el bullicio se abrían, expectantes. Frente a mi ventana, seguía el tiempo sin detenerse, observaba como bajo paraguas de colores se escondían a toda prisa la gente hasta llamar al timbre de sus pretenciosos portales. Los gorriones se apresuraban a coger las migas de un Pretzel y llevarlas así hasta su nido entre los árboles. Algunos gatos asomaban desde su escondite los bigotes tapados bajo unas cajas de empapadas legumbres, pues pasaban miedo de mojar su espeso pelambre.
¡Ah! Ahí van los guías cantando las historias de sus calles, Sí…estaba en la Alemania vacía y repleta de nubarrones nada que envidiar a Londres, con todos sus montes nevados y frondosos bosques cubiertas sus cumbres de una niebla que me invitaba a mirarles, rezumando sus trazos parecían derretirse entre monzones, acentuando su caprichoso encanto en la llamativa techumbre de casas que parecían sacadas de fantasiosos cuentos infantiles.
Y aquí paré yo, como el humo que acompaña a la lumbre, sin darle vueltas a mis quehaceres, cogiendo la pluma pensante. Una melodía nostálgica de violonchelo invadía mi mente. ¿Acaso entraba por el entreabierto ventanal del hotel o lo producía mi pensamiento por efecto del percance de volver a tejer versos, escasos de recuerdos felices? Era de una orquesta pasada por agua en la plaza a las nueve, tan rítmica y bella como en el añorado tiempo ése en el que estaba enamorado tan perdidamente… (Suspira mientras una lágrima la mejilla le humedece)
¡Oh vamos! (A sí mismo) No dejéis que la lluvia de este lugar os afecte, sal a tomaros una cerveza con un Pretzel. ¡Prost!
Mike Ryman
Nieve de Primavera
Ay nieve blanca, y tu pura veste de bella helada Por vos mi piel de su calor se desnuda para tornar en algo que ni el frío ha querido como suya Un reflejo de vuestro velo de plata que relucís bajo el Sol como un diamante que la colina guarda entre su canción de espesa bruma alta y su calva de silvestres flores que bajo vuestro manto aguardan.
¿Y qué es la nieve sino un solitario acorde nacido entre la cantora brisa y el gélido pudor del romance que acomete a la lluvia sobre los álamos verdes y el emborregado traje de la soñolienta tarde? Helados témpanos hacen a la roca alarde al pender del desgastado, vanidoso puente que abarca todo el río, ahora sin su afluencia madre tiñiéndose del musgo fresco que sobre su loma crece lentamente a pesar de la invernal moda impuesta por la grisácea nube que ahora le cubre.
¡En las sombrías cumbres resuena un arpegio! Como campanas de ángeles retumban en los abetos causándoles un gorjeo, que acompasan las aves con su revoloteo. Los ruiseñores emigran a otros lados, donde la tranquilidad armonice el ritmo con su canto, Tímidos gorriones, cobijados entre el quebrado esparto, oyen lo que la natura acontece desde su refugio en alto
Es la nevada, que acompaña a la ría para dejarla helada que con radiantes copos cae como un polvoriento rocío de nácar que ha sido criado en la azulada nada entre el firmamento que al alba tanto canta y el séquito de astros que decoran su mirada.
Si…Por lo que se ve, a la primavera aún le falta pues todavía el invierno a su entrada la acobarda. Seguiré pues con mis andares bajo esta capucha grisácea entre el gentío de la calle, avanzando al frente con una solitaria mirada.
Mike Ryman
Mi Amada Senda
Hoy... Un día imbuido desde mi solitaria perspectiva, que de sentimiento y piel de bardo tanto me prima. Anduve yo por ahí ahogado en hambruna, a través de una senda de muy poca fortuna. Era abandonada a la suerte del naranjo con un embriagante aroma, que ahuyentaba a las palomas por llamar a las gaviotas y a las traviesas marmotas. Aquella trama, en esa tierra desnuda, la que se metía como una sierpe de arena y hojas. Esa peculiar, vieja vereda, aquella que trenzaba de pétalos sus arrugas para plasmar sus querellas. Un escarpado camino de húmedos tallos y alguna enterrada almendra.
Si.. Por ella acabé yo, escapando del terror a la rutina.
(Respira hondo y se echa en la hierba) ¡Ay de mí y de mi condición humana! Que con esta forma mía tan escaldada y de tan poca valía a todo animal espanta. ¡Que no pueda yo fundirme en la viveza de la natura el llanto me arrebata! Imagina no oler más a gasolina, tan sólo a hierba que crece de la montaña. Poder sacar garras y vivir de la tierra, preocupándome mas que de sobrevivir en la noche que mengue serena, y sin hacer ruido para que en el brillo de la Luna el búho no me vea.
Mike Ryman.
Ella
¿Qué es lo que hermosamente finge primavera acobardando la noche que danza tan espesa y cegando a los dioses con su lumbre austera?
¡Es un hermoso, un claro destello!
Es la luz por la cual cantan los ruiseñores al monte y la que moja de rocío el polen de las flores, derramando su néctar, sonando un dulce acorde, que invita a bailar a los elfos, las hadas del bosque.
¿Qué será aquel blanco lucero en la cúpula celeste, que cortejando al mar conquista el horizonte desde su lecho que rompe en el Sol naciente hasta su tumba de joyas sobre la Luna creciente?
¿Será por ella que acabó ahí mi tristeza entre el ropaje del faro y la arenosa ribera, reluciendo caprichosa cual nácar de una perla que me tiene postrado sin aventura ni pena, maldiciendo las horas que en mí hicieron huella esperándola por la noche y tras la aurora del día que quema y que entre suspiros su nombre me arrebata el sueño, la ira me frena, para acabar tirado una vez más, en la orilla de mi solitaria ribera?
Si…Debe ser ella. Mike Ryman.
Lluvia Tempestad
Se cierne un día bajo algodón negro, la lluvia aclara al nublo que tiñe el cielo, las aves corren a cobijarse bajo un abeto que danza orquestando sus ramas con el viento.
De sus hojas caen lágrimas que mojan el suelo, se deslizan dibujando raíces bajo su tupido velo al contraste del olor amapola y también a romero insectos trepan rápido sobre los leños.
Chaparrón de música se oye a lo lejos, es la tormenta que marca el final de los juegos de invierno, relámpagos y estruendos hacen alarde al torrencial capricho con destellos, hasta que la tempestad que va viniendo empapa incluso al animal más experto.
Mike Ryman.
El Puente a Casa.
Palpita frente a mí un puente, uno rocoso con tonos grises. Por debajo, el bravo río salvaje fluye, erosionando la vida que le dio soporte nutriendo el musgo que por su espalda sube, cobija nidos bajo sus brazo en bloque donde las palomas en la noche duermen y donde la bruma en su paladar se asiente.
En una mañana temprana los prados en la niebla su verde tejían. El agua clara corría muy fría haciendo cánticos a la orilla dormida, brillando como una joya azul marina al Sol con arcoíris y destellos respondía.
Alzan el vuelo los ruiseñores al encuentro del rocío que derraman las flores por su pétalo, cantando al son del amanecido soneto, danzando entre las columnas del puente ya despierto.
No hay nada más hermoso cuando al andar me encuentro este viejo puente que aquí en el prado reposa sereno, esperando mi llegada, cada mañana me espera en silencio a que me pare sobre su lecho, alzando la voz para que llegue muy lejos, y que al acariciar su barandilla, siga embelesado durmiendo al cantarle una nana sobre algún paraíso lejano y secreto, una bella canción que siempre incompleta la dejo para terminarla por la noche cuando junto a él regreso.
Mike Ryman.
Bosque de Jilgueros
En la mañana de aquel domingo despertaba la viva luz del Sol recién nacido, fluyendo desde arcoíris al desnudar las gotas de rocío que cubrían aún la ventana sobre la cama donde yo aún dormido soñaba con un paraíso hechizado y muy maldito, condenado a vivir para siempre en aquel inhóspito sitio.
Mi alma se avivó y mis párpados se abrieron, me vestí aprisa y cogí un libro grueso, me apresuré hacia aquel monte de sombreado aspecto dormido sobre su frondoso lecho de verde cabello cobijando su alta calva con una cumbre de hielo. Perdido en su tupido bosque donde la armonía abrumaba al viento, anduve durante horas en la espesa niebla que emanaba del suelo. Seguía el camino serpenteado por las frondosas yedras dibujado que vestían de verde las humedecidas piedras y tumbados tallos, quebrantando otros árboles y a la desnuda tierra penetrando.
Me senté al resguardo de un gran abeto blanco, abrí el libro y empuñé la pluma para escribir un rato, mas no pude sino caer embelesado del hermoso canto que los jilgueros entonaban volando entre los arbustos del sendero y las ramas de un silvestre árbol. Cerré los ojos y disfruté escuchando el forestal espectáculo pudiendo tan sólo en el papel dibujar apenas un garabato, abrí los labios y exhalé de mis pulmones un tenue canto, acompañando con graves versos su agudo, melodioso encanto.
Tras toda aquella exaltación a mi oído, invadió aquel sitio un silencio inesperado. Sorprendido, abrí los ojos enfrentando a un hermoso pájaro que me miraba fijamente apuntándome con el pico enfadado, era el mismísimo señor de las aves cantoras del arbolado sitio. Sonriente, me erguí posando de nuevo los pies sobre el mullido suelo, miré al disgustado pájaro y me disculpé antes de emprender el camino:
"El rechazo ante todo lo que he dicho me acoge, mas no temáis mis versos, no penséis de mí ningún intento, pues ya tengo bien sabido que la nada es mi alimento. Me sale el canto solo, si os molestado, lo lamento. No era intención del ruiseñor abrumar al jilguero"
Mike Ryman.
Amanecer en la Naturaleza
Un Sol fulgurante nace entre las desnudas peñas, haciendo huir a la nocturna bestia e iluminando con calidez que a la bruma avergüenza, sonriendo de nuevo el rosado color del alba, emergiendo como un gran palacio de luz blanca que ciega al que mira a una belleza tan pura y plena.
Acariciando el verdor de la florecida arboleda sopla y agita las hojas que aún dormidas quedan abriéndose paso entre sus ramas la luz dorada que radiante majestad genera. La gota de lluvia que los pétalos empapa se evapora desatando una breve balada que entrelazan las aves con su estrofa temprana desatando la armonía entre la nocturna helada y la afluencia del pequeño río que en el manantial acaba.
Acuden a la beldad del campo las robustas bestias, llenando de brotes sus hocicos y jugando entre ellas, lavando sus crines con el rocío que moja la hierba. Con el agitar de las pequeñas plantas, diminutos seres alados emanan de la Tierra, acariciando los estambres de polen que dulce olor genera, celebrando antojo de flores, que a la mariposa despierta.
Al elevarse el Sol por la verde pradera como una perfecta esfera de llamas cubierta, exhala la plateada estrella que aún en el firmamento queda, desapareciendo su quebrada figura y que la noche anhela, llegando a conquistar del día, el candor de la naturaleza.
Mike Ryman
El Invierno* Vuelve el invierno frío y su blanca melena, helada joya que entre ventiscas canta serena con hermosos témpanos que de su timbre velan. Y apenas con voz de plata se mueve entre las sombras de la montaña, y al llegar a su cumbre se quiebra, cayendo su hermosa tela sobre las verdes laderas, como un blanco rocío de fría niebla que los vientos tallan convirtiéndola en gemas, que con su brillo todo a su paso hielan.
Un agudo silbido mis oídos congela me está llamando, desde lo alto de la helada rivera, se trata de entre todas las estaciones, la más bella. Bajo su mirada glacial y certera los ríos adormece y a las flores entierra, levantando puntiagudos castillos y quitando los que encuentra sobre cada pino que la nieve encierra.
Os eché de menos, fría y linda hiela. No quise daros prisa en quitar lo que me dejó la primavera. Tampoco daros parte en mi queja de la desdicha que el verano propició sin clemencia, abrasando todo por lo que mi alma aún vela. Ahora ruego por vuestra soberana presencia, calad mis huesos con vuestra helada promesa que mis lágrimas corta y mi tez congela, helad mi cuerpo hasta que mi aliento muera.